jueves, octubre 15, 2015

toc-toc







¿hay alguien ahí?








domingo, enero 06, 2013

Definición de matrimonio

-

Casarse: Cogerse de la mano un día y así sucesivamente.

Diccionario de Sean Felices. Verbos Recíprocos. 2010.




Casarse: Acción de contraer matrimonio.

Matrimonio:
(Del lat. matrimonĭum).
1. m. Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales.
2. m. En el catolicismo, sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la Iglesia.
3. m. coloq. Marido y mujer. En este cuarto vive un matrimonio.
4. m. P. Rico p. us. Plato que se hace de arroz blanco y habichuelas guisadas.

Diccionario de la R.A.E.

martes, octubre 02, 2012

Gotelé


Magritte - El hijo del hombre (o manzana con hombre)

Eso es todo. Se acabó la infancia. Años y años, sirenas de recreos, moratones y gatos que se escapan. Apenas un puñado de recuerdos que aparecen como el gotelé pulido, sin aristas, sin principio, sin forma, recuerdos abstractos y blancos, mudos. Los chapuzones sin volumen, los goles sin gritos, las nanas sin melodías. Mi madre mueve los labios pero no la oigo. Se acabó.

También se acabó la adolescencia y la juventud se va acabando. Todo se mezcla conforme pasan los días. Ya no sé si le presté mi otro dibujo a Daniel para que lo entregara a la profesora el día de examen, en cuarto curso, o si se lo regalé a Daniel en un libro sobre plantas medicinales años después de que terminase la facultad. Daniel solía tener los ojos verdes, ahora tiene una manzana delante de la cara y barba, mucha barba. Me gustan las barbas, ¿lo olvidaré también? Me recuerdan al gotelé y el gotelé me recuerda a todo lo demás.

Cada cosa que llega es excitante siempre. Todo lo nuevo es excitante, pero no todo lo excitante es nuevo. Eso creo. A veces sigo poniéndome nerviosa, riendo, saltando en la cama al recordar un detalle, al rescatar una esquina de esta habitación blanca, cubierta por años y años de pintura. A veces acierto a ver un cuadro en la pared. Y eso es todo, todo lo que necesito.




(Para Isa, por sus botones con ventanas). 

lunes, junio 18, 2012

Cada día odio más lo que escribo



Jackson Pollock

Cada día odio más lo que escribo y amo más lo que leo. Cada vez me gusto menos en el papel y creo que eso está bien. Limarme las uñas y rasgarme la piel. Quitarme las máscaras que no son más que el reflejo de lo que conocí de mí a través de otros. Me sigue sorprendiendo que me guste tanto vivir sin televisión, que eche de menos estar sola tan a menudo, incluso cuando no hay nadie. Me encanta negarme a usar referencias que nadie entiende, prescindir del abuso de las palabras octogenarias, nadar en una superficie demasiado poco profunda, tratar de hablar con lo mínimo, con lo esencial. Me gusta recordar a quienes quiero, saberlos cerca, pensar que lo están. Pero cada día odio más lo que escribo, todo me parece malo, imperfecto, inacabado y crónico. Y eso me hace feliz. Significa que estoy cambiando.

¿Te has dado cuenta de que todas las fotografías de Pollock son en blanco y negro?

El balcón


Hopper - Hotel Window


Ya lo sabes, no todo el mundo necesita un balcón.
Tú y yo lo sabemos, conocemos el paradigma del reloj.
Pero siento decirte que la edad no existe, que la curva es recta,
que no importa cuánto te esfuerces por crear electricidad con las uñas.

Sabes que tienes una falsa huella dactilar,
un código de barras punteado,
una tarjeta de crédito sin futuro.

Sabes que no te creo.
Sabes que te enseñé a leer,
a quemar los dobladillos,
a estrellarte contra el parabrisas.

Sabes que me debes la vida.
Sabes que me debes la muerte.

Tú y yo lo sabemos,
sabemos que no estoy dispuesta
a coger una pala y cavar mis ojeras.

Sabes que mientes cada vez que usas el tungsteno.
Sabes que no envidio tu envidia.
Sabes que no quiero tu vida.
Sabes que no me importa tu saliva
ni dónde ha estado, ni dónde irá, ni si lo vas a digerir.

Ya lo sabes,
no necesito un balcón, una silla, un escenario,
una muñeca de trapo, un milagro.
No todo el mundo necesita el perdón.
Ni la razón.
Ni el miedo.

Hay quien no necesita nada de eso
porque lo tiene, porque tiene el don.

Pero tú ya lo sabes, sabes que necesitas un balcón de libertad y rejas.

miércoles, marzo 14, 2012

Quien sea libre que recoja la primera piedra




          Nos fabricaron libres y bien podían habernos enseñado a volar pero parecía más importante que aprendiésemos lo que es el equilibrio, que anduviéramos erguidos por la vida, que mirásemos de frente, que nos protegiésemos del frío y de los sentimientos con pieles de animales muertos, que acabásemos diciendo que lo sentimos.

          Bien podrían habernos fabricado presos y oxidados para enseñarnos a engrasar las alas, a romper las reglas y a volar. Entonces seguiríamos los vientos, miraríamos desde cualquier ángulo y sentiríamos frío, calor, hambre, sed. No diríamos que lo sentimos, tan solo lo sentiríamos.





viernes, marzo 09, 2012

soplando ascuas



          Respiramos las 24 horas. Nunca dejamos de hacerlo. Pero no nos damos cuenta. Los fumadores empedernidos nos percatamos cuando llevamos unas horas sin respirar tabaco. Los enfermos se dan cuenta de la dificultad para aclarar sus gargantas. Los buceadores con bombonas de oxígeno son algo conscientes, pero se dedican a mirar los peces.

          Sin embargo, un suspiro. Un insignificante suspiro nos llena el pecho lentamente, habita cada alveolo durante un segundo eterno y sale corriendo estampándose contra los labios de par en par. Un suspiro es respirar. Un suspiro es algo. Un recuerdo que huye, un miedo que desaparece, un estrés que se hace trizas, una canción que empapa, un abrazo que arde.

          El suspiro nos llena de aire, nos llena de nada. Y la nada es un océano en el que flotamos haciéndonos 'el muerto' como cuando éramos niños y mirábamos el cielo o perdíamos el equilibrio al fijarnos en las puntas de los pies, flotando, con el pecho descubierto, con los brazos flacos, las piernas libres, el ombligo entero. El suspiro no es tristeza ni alegría, el suspiro es nada. Es un momento en el que, con gusto, abrazamos nuestra insignificancia. Es un instante de pura ingravidez.


Después, volvemos a respirar.



a
res
pi
rar
res
pi
rar

domingo, febrero 12, 2012

Recordando viejos tiempos en la habitación de cartón

Siempre hablando desde esta arista que es mi punto de vista, digo, mi ombligo. 

Hay un momento de insomnio cuando se escribe un relato. 
Primero miro la mosca. La mosca que me ronda. Esa mosca cojonera. Ella da vueltas pero más vueltas le doy yo ¡qué cojones! 
Si matas a la mosca, vendrá otra mosca, porque una mosca es una mosca, sí, pero una mosca son todas las moscas. Y no se puede matar a todas las moscas, no. 
Atrapar a la mosca, meterla en un frasco, tampoco es una opción demasiado atractiva, ni aunque le pongas tacones y un vestido de Gucci. (Gucci me suena a insecto). 
Así que, opción C, distracción. Para distraerte de la mosca que te distrae lo mejor es poner toda la atención en un objeto pequeño. No más pequeño que una mosca, sino más pequeño que todas las moscas: que la Idea de la mosca. 

Ahora tenemos dos cosas: la Idea y el objeto. 

Entonces podemos empezar a jugar. Cojo el objeto mientras la mosca ¡qué cojonera es! ronda que te ronda. Y pienso ¿porqué elegí este objeto? ¿Por qué me eligió esta mosca? He ahí la metáfora. Lo demás es coser y cantar. Puntada y balada, puntada, balada, putada: el insomnio. Porque casi siempre, al final del juego, como cuando construías un puzle, te falta una pieza. Buscas por la casa: entras por el ombligo, las entrañas, abres las ventanas pulmonares, bajas al sótano, rodillas, pies. Te asomas a los ojos, y ahí te quedas. El sueño no llega, no encuentras la pieza. Y pasas días metido dentro de tu casa, oyendo la mosca, mirando el objeto, rompiéndote la cabeza. 

De pronto, sin venir a cuento, la mosca cojonera se posa un segundo y te acojonas. Automáticamente ves que se ha posado encima de lo que buscabas. La última pieza. Da igual que sean las dos de la tarde o las cuatro de la mañana, que duermas, trabajes, o hagas lo más parecido al amor que puedes concebir en horizontal. Te levantas, buscas un lápiz o similar, y acabas el relato, justo antes de que la mosca desaparezca y el objeto, que nunca existió, se convierta en un cuento. 

Sí, creo que más o menos, es así. 


Por eso es miércoles, duermes poco.

sábado, diciembre 10, 2011

El final de Los Soprano



 Últimamente me ha dado por el cine como a quien le da por los relatos. Confieso que soy adicta a las series y las incluyo dentro del séptimo arte porque, si no, me vería obligada a desterrar a mis queridos relatos de la literatura. Quid pro quo.


Si el Sr. Donaire, mi futuro marido, estuviese leyéndome mientras escribo, dentro de un par de líneas me haría parar y tendríamos un acalorado debate sobre por qué no incluyo cierta serie en mi lista. Pero como está de viaje y tengo la casa y el blog para mí sola, las series elegidas son las siguientes:

Los Soprano. El final de esta serie ha sido discutido y analizado en centenares de blogs, un desenlace polémico que no deja a nadie indiferente. Pero creo que mi amigo Sergio,quien es por cierto un fantástico escritor de novela negra, coincidiría conmigo en que es un final digno de Rebeca Harding Davis, por poner un ejemplo. Si alguien no ha visto la serie, le recomiendo que empiece ya y también que no continúe leyendo este párrafo porque podría destriparle el final. Un par de capítulos antes de que acabe la última temporada, Tony Soprano tiene una conversación que pasa casi inadvertida en la que Bobby Baccalieri dice ''No oirás nada, probablemente no oirás nada cuando pase''. Y así es como ocurre, después de 6 temporadas, de 88 capítulos llenos de tiroteos, no oimos el último disparo, no lo vemos, todo lo que queda es una pantalla negra en silencio durante 10 segundos. El narrador ha muerto. Sergio y yo podríamos estar horas discutiendo esta serie, empezando por el personaje de Tony Soprano y terminando por los patos, y la verdad es que tengo ganas de encontrarme contigo, Sergi y hablar de patos.

The Wire. Aunque vi esta serie hace ya algún tiempo, aún recuerdo muchas escenas con claridad y, es curioso, porque tengo la sensación de haberla visto en blanco y negro sobre un papel gris pálido y dibujada al más puro estilo de Frank Miller en Sin City. The Wire es la serie sin final, donde los buenos no son tan buenos y los malos no son del todo malos. Omar Little es, sin duda, mi personaje favorito, el Lazarillo norteamericano de Baltimore, una ciudad reflejada -según entendidos- con increíble fidelidad y que hace que nuestras redes sociales parezcan una broma. Al ver esta serie, uno puede entender el por qué el mundo parece no arreglarse nunca o quizás 80 o 90 años de perspectiva sean un punto de vista demasiado limitado.

Breaking Bad. Tenía dudas sobre si incluir esta serie en la lista porque aún no ha terminado pero, a diferencia de lo que ocurría con Lost, de esa incertidumbre colectiva sobre si los guionistas serían capaces de encontrar un buen final, yo confío plenamente en los escritores que están haciendo de esta historia una maravilla de nuestra década. Me encanta ese recurso tan utilizado en el relato por Felix J. Palma y que crea historias sorprendentes dentro de una realidad posible, es decir: "esto podría pasarle a cualquiera", cosa que no ocurre en Lost por ejemplo. Pero además, el volumen de los personajes, la intensidad de la quietud narrativa -dificilísima de conseguir- y, por supuesto, la maestría de la cámara, se superan con cada capítulo sin perder de vista la pregunta que uno se plantea en el primer capítulo: ¿Y tú qué harías si fueses a morir pronto?

Esta es una breve y personal visión de tan solo 3 de las decenas de series de televisión que he visto. Me doy cuenta de que todas ellas tienen un argumento muy ligado al crimen, cuando suelo ser más partidaria de la comedia. Es una pena que The Office no acabase cuando Michael se marchó, si hubiese sido así, estaría dentro de esta pequeña selección. Sin embargo, no es casualidad que todas ellas sean series Norteamericanas. Es cierto que esta industria dispone de medios económicos más que suficientes y muy superiores a los que existen en España, por ejemplo. Pero estoy convencida de que, igual que la narrativa española nada tiene que envidiarle a la existente al otro lado del Atlántico, en este país existe talento suficiente como para producir obras mucho mejores que lo que actualmente se puede ver. Y, la verdad, no entiendo porqué se producen películas o series de tan baja calidad argumental, con guiones que dejan tantísimo que desear y actores que quizás deberían haber pasado por el teatro -o quizás no-. Mi especialidad no es el cine ni me dedico a hacer críticas profesionales en este sector, por lo que todo esto no es más que una libre opinión de espectadora, pero creo que es una pena todo el talento que se está desperdiciando y algún motivo debe haber.

Así que espero que alguien me haga cambiar de opinión recomendándome una serie española que, sea del género que sea, no haga que quiera estar en el lugar de Tony Soprano al final.


(Sergio, cuando quieras tomamos un café con patos).

miércoles, diciembre 07, 2011

No olvides el cepillo de dientes




          Eran las 5 de la tarde. Suelo hacer la maleta el día antes de salir. Miro el pronóstico del tiempo, calculo el número de calcetines, apunto en un post-it "No olvides el cepillo de dientes" y lo pego en la puerta. Imposible olvidarlo antes de salir.

          Cuando terminé, cené mi sopa de verduras de los jueves y revisé mi correo personal, contesté los e-mails que no exigían demasiada dedicación pero sí mucha urgencia. Pensé que los e-mails a los que dedico tiempo nunca son urgentes. Me puse el pijama y recordé que tenía que meter el cargador de móvil en la maleta.

          Entonces vi el billete sobre la mesita de noche mientras apuntaba con detalle la agenda que me esperaba. Ida: 7:12 de la mañana. Vuelta: 7:43 de la tarde. 36 horas de reuniones, comidas profesionales y entrevistas ortopédicas. De pronto me di cuenta de que había dejado de escribir sobre el cuaderno para empezar a garabatear una frase sobre los billetes:

Que la maleta me haga a mí.

          Al día siguiente me marché, no sé que hora era, no sabía a donde me dirigía. Solo sé que estoy en Vancouver sin billete de vuelta ni cepillo de dientes y con una maleta que se va llenando de lo que vengo siendo desde que decidí olvidar lo que fui.





Gracias, Fani, por esa frase genial.

lunes, noviembre 07, 2011

Esto no es París




     A veces, cuando muevo el té de mi taza, pasa una bandada de patos dividida por la cucharilla, y deseo que a nadie se le ocurra preguntarme qué estoy mirando porque, si digo la verdad, pensaría que tengo muchos pajaritos en la cabeza. Lo curioso es que los patos solo pasan cuando pasa algo más y así se pasan las horas, se pasa el arroz, lo pasamos por alto o añadimos piñones, curry y unas pasas; fácil, ¿no?

     Y después de tanto paseo, me siento bajo un árbol en el salón a mirar cómo las palomas comen cáscaras de pipas en el suelo de mármol, aquí, en medio de Tuset Street, a finales de otoño y sin calefacción. Ahora se forma un nubarrón en el techo y quiero que vengas a cantar bajo la lluvia, pero no, esto no es París, Texas ni Nueva York, así que quito el tapón de la bañera y se van los patos por el desagüe. Se van enteros, con sus patas y sus plumas, con sus gafas de bucear y sus tubos de plástico. Se van del todo y conforme desaparecen, un recuerdo llena toda la calle, un recuerdo que permanece como la brisa, que mueve las hojas, tira algún cartel y luego se marcha también. 

     Otras veces, cuando miro el té de mi taza y no pasa nada, intento recordar y no sé si hubo patos, ni si soy capaz de pelar pipas, si visité o no Muntaner, 38, si me puse el anorak, si llovía cuando no bailamos o bailamos cuando no llovía, si los patos saben bucear... No recuerdo si esto es o no París. Tú te ríes con la boca abierta. Creo que te ríes porque sabes las respuestas, porque tú tienes memoria y yo imaginación. Y tan solo deseo que no me preguntes qué estoy mirando porque, si te miento, temo que los patos no vuelvan jamás.

martes, octubre 18, 2011

The cuckoo's net (I)

To the one who lives
in the dark side of the lighthouse.


      A dark day is a dark day,
      Never darker than Mr. Black,
      Who trembles as a spider
      In the cuckoo's nets,
      Waiting for the dark to come,
      And bite him with indulgence.


Para aquel que habita
en la cara oculta del faro.


      Un día oscuro es un día oscuro,
      no tanto como El Señor Negro,
      quien tiembla como una araña
      en las redes del cuco,
      esperando que llegue la oscuridad,
      y lo muerda con benevolencia.


 
google analytics estadísticas: